Las dos nuevas entregas de nuestra serie ‘Actitud y Compromiso’ recogen iniciativas de emprendimiento sostenible, diferenciación, internacionalización e innovación desde la especialización agroalimentaria
“El mundo está cambiando y no podemos seguir de espaldas al campo”
Cristóbal Aránega | Director general de CRISARA
CRISARA es un ejemplo de innovación, internacionalización, producción sostenible y adaptación a la economía global desde un pequeño pueblo de la comarca almeriense de los Vélez, en el epicentro de la que actualmente supone la mayor superficie de agricultura ecológica del mundo.
Comenzó su andadura en 1993 como empresa familiar de servicios agrícolas, en un entorno rural tradicional en el que la dureza de las condiciones climáticas, la escasa productividad de las explotaciones y la falta de perspectivas empujaba a los más jóvenes a buscar su futuro lejos de su pueblo. Actualmente, CRISARA cultiva más de 800 hectáreas de almendro en ecológico y da a trabajo a medio centenar de personar en Chirivel, una pequeña localidad del norte de la provincia de Almería.
Cristóbal Aránega y su esposa, Carmen Román, una bióloga que prefirió el campo al laboratorio, se dieron cuenta rápidamente de que para prosperar en un contexto tan limitante tenían que apostar por la diferenciación, el valor añadido y la búsqueda de nuevos mercados. “Decidimos rebelarnos contra las dificultades y transformamos en una oportunidad de negocio lo que hasta entonces había sido una agricultura marginal y poco productiva”.
De ahí llegó su apuesta integral por el almendro ecológico, que va del vivero a los suministros y las prácticas culturales asociadas, pasando por el asesoramiento técnico especializado y el desarrollo de ensayos de nuevas variedades.
Con el medio rural
El fundador y director general de la firma, que ejerce desde hace años como asesor técnico para Gobiernos e instituciones agronómicas de todo el mundo, comparte en esta entrevista las motivaciones que la han impulsado a ser referente en cultivo ecológico de almendro, así como a desarrollar la fabricación de nuevos fertilizantes y bioinsecticidas respetuosos con el medioambiente y adaptados a la normativa internacional sobre seguridad agroalimentaria.
En este reportaje/entrevista recorremos la historia de éxito de esta iniciativa empresarial y social, que ha dinamizado la economía de la comarca y servido como ejemplo a otros muchos productores y emprendedores locales. Porque el emprendimiento, en un mundo tan cambiante y exigente, como nos cuenta Cristóbal Aránega, “es una actitud ante la vida que hay que tener y hay que transmitir a las nuevas generaciones. Y solo podemos hacerlo demostrándoles que todo ello se puede hacer desde el medio rural, que desde aquí es posible”.
Tras décadas de dificultades y falta de incentivos para abordar nuevos modelos de negocio en espacios rurales tradicionales, el director general de CRISARA insiste en que “el mundo está cambiando y hay una nueva confianza hacia lo tradicional, una conciencia de sostenibilidad que es irreversible y que exige del campo productos seguros, saludables y cultivados de forma responsables y sostenible”.
Esta es la gran oportunidad para el medio rural: “Desde cualquier finca de almendros se puede llegar a todo el mundo. Y el campo ofrece una calidad de vida distinta, que se basa en valores que van mucho más allá del nivel de ingresos”.
Para terminar la entrevista, pide a los jóvenes, empezando por su propio hijo, que “mantengan la ilusión y la actitud necesarias ante el reto de ser empresarios y generar con sus propios medios su propio futuro”.
“Hemos demostrado que desde un pueblo pequeño se puede llegar a todo el mundo”
Isabel Martínez | Gerente de Lorusso
Desde Chercos, un pequeño pueblo almeriense con poco menos de 300 habitantes, Mermeladas Gourmet Lorusso exporta actualmente sus productos a 11 países de Europa, América y Asia.
En un cortijo familiar como tantos otros en mitad de la sierra que divide en dos la provincia de Almería, en los Filabres, comenzó a funcionar en 2015 esta iniciativa emprendedora de la mano de cuatro socios, dos hermanos españoles y dos amigos italianos, que Isabel Martínez, su gerente, define como “una historia de amor y mermelada”.
Ella, economista de profesión, conoció a Biagio Lorusso, responsable de la fábrica, en un viaje a la India, cuando este regentaba varios centros de estética y salud en Milán. Tiempo después se casaron y decidieron huir del estrés y el ruido de la gran ciudad para vivir en el pueblo de la familia de Isabel.
Allí se han reinventado para dedicarse profesionalmente a sus dos grandes pasiones compartidas: la gastronomía y la belleza. Y en su proyecto de empresa han arrastrado con ellos a Paco, hermano de ella y también economista, y a Carlo, amigo de la pareja, que les apoya desde la distancia.
Del cortijo al hotel de lujo
Los cuatro detectaron un hueco de mercado para la mermelada gourmet, y se marcaron dos premisas básicas para que su plan de negocio tuviera éxito: la diferenciación y la calidad. “Lo que significaba innovar en los formatos, cuidar hasta el extremo cada detalle y utilizar como materia prima productos ecológicos y de proximidad”, afirma Biagio.
Especializados en el segmento delicatessen y en surtir a los bufés de algunos de los mejores hoteles del mundo, Lorusso comenzó a vender al exterior antes que en el mercado nacional. Como explica Paco Sáez, director de ventas, sus mermeladas “convencen por su sabor y textura, pero además proponen una experiencia sensorial completa, que incluye el diseño de los envases y formatos”.
Los sucesivos reconocimientos internacionales que acumulan en sus primeros cinco años de vida demuestran que, con convencimiento, imaginación y constancia se puede transformar un producto artesano local de un pequeño pueblo almeriense de 300 habitantes en una pequeña joya gastronómica con presencia en medio mundo.