El progreso social de su tierra y la disponibilidad de agua para riego fueron siempre las grandes obsesiones de Juan del Águila, que nos dejaba el pasado 30 de noviembre a los 88 años, tras casi 60 de intensa actividad profesional vinculada al cooperativismo de crédito y agroalimentario.
Desde los años 50 defendió incansablemente la cooperación entre los agentes económicos locales como mecanismo de competitividad y la aplicación del conocimiento a la economía real a través de la innovación. Una mentalidad emprendedora que contrastaba enormemente con la parálisis anterior de un territorio históricamente aislado, con severas limitaciones hídricas y una escasa tradición asociativa.
El entusiasmo, la capacidad de anticipación y organización y la visión de futuro de Juan del Águila lo llevaron a fomentar la creación y el fortalecimiento de decenas de empresas cooperativas. A través de ellas, miles de pequeños agricultores y ganaderos pudieron modernizar sus explotaciones y acceder a una demanda en expansión. En este contexto, y para superar las dificultades de acceso al crédito de un sector en acelerada transformación pero casi ajeno al sistema bancario, supo reunir las voluntades y las colaboraciones necesarias para la creación en 1963 de la Caja Rural de Almería.
Fuera de Almería siempre se mostró partidario de acometer procesos de integración en un sector tan atomizado como el de las cajas rurales. Así, en 1989 lideró la creación del Banco Cooperativo Español, del que también fue presidente, así como vicepresidente de la Confederación Internacional del Crédito Agrícola.
Algo más tarde, en 2000, propició la fusión de las cajas rurales de Almería y de Málaga que dio lugar a la actual Cajamar, en una operación pionera en el sector. Hoy, el Grupo Cooperativo Cajamar está formado por 20 entidades, es la referencia de la banca cooperativa española y está bajo supervisión directa del Banco Central Europeo.
Tras dejar la presidencia de la entidad en 2006, Juan del Águila dedicó los años finales de su vida a la Fundación Cajamar y su Estación Experimental, donde volcó toda su ilusión en la búsqueda de nuevos cultivos, la mejora del regadío en espacios áridos, la difusión de prácticas sostenibles y la formación de nuevos profesionales.
«Para todos nosotros es una pérdida irreparable. Don Juan es y será siempre la esencia de la entidad, de nuestra manera de sentir la relación con el entorno que nos rodea, de dirigirnos a la sociedad para ayudarla y apoyarla. Cuando las instituciones, empresas y agentes sociales se conformaban con ser cada uno lo que era, él tenía la visión de qué hacer para contribuir a que la actividad productiva avanzara. Buscaba permanentemente hacer algo más, no conformarse con el éxito conseguido, porque todo éxito es un escalón hacía un avance superior. Entendía que la entidad financiera es el adjetivo, y que el sujeto, lo sustantivo, es la actividad empresarial que debe enriquecer el territorio y contribuir a una sociedad cada vez más justa y equilibrada. En nuestro recuerdo permanecerá su personalidad excepcional, su inconformismo, su voluntad de mejora continua y su afán por el desarrollo económico y el progreso social».
«Juan del Águila era una persona visionaria que nos dejó el camino marcado. Ahora nuestra obligación es continuar ese camino. Sus principios y valores eran el esfuerzo, la humildad, el espíritu de superación, la mejora permanente y el conocimiento. Nos enseñó a ser diferentes, consideraba que teníamos que ir más allá de la mera financiación e hizo una entidad distinta, socialmente responsable, comprometida con la transferencia de conocimiento para impulsar el desarrollo y el progreso. En nuestras manos queda la responsabilidad de ser leales a su legado, y mantener vivo su recuerdo con la misma voluntad de servicio que él nos inculcó. Como él solía repetirnos a menudo: ‘Estamos empezando’…».